lunes, 20 de diciembre de 2010

El rio

  

 Había una vez…

…un rio que era dueño de un caudal muy suyo pero como todo rio tenía altos y bajos, hasta que un día…

Su caudal era como la serpiente, ondulado, curvo. Su camino estaba trazado desde un inicio, por él, por el cielo, por las lluvias. Nunca se detuvo a ver sus lados laterales hasta que un día el rio se animó a ver todo el camino que recorría diariamente.

Fue cuando diviso una orilla media quebrada, media pradera reseca, desierta; con un poco de vegetación.

El rio no entendía el por qué del poco verdor de esa pradera y entonces decidió que todos los días pasaría por allí para brindarle más agua que al resto de praderas que ya había conocido.

En vano fue todo el esfuerzo que hizo. Por más que penetrara en lo más profundo de la tierra, la pradera reseca no daba ninguna señal de mejoría, entonces el rio más astuto decidió cambiar el camino de sus caudalosas aguas y formar un nuevo camino en medio de dicho lugar.

Grande fue la sorpresa cuando la pradera empezó a dar señales de mejoría. Para el rio no era suficiente, él quería ver más, quería ver que toda esa pradera fuera la mejor de todo el campo.

Un día el rio decidió desbordarse y hacer recorrer sus aguas hasta lo más profundo de la pradera pero, gran problema, todo seguía igual. La pradera se dio cuenta del esfuerzo del rio pero no podía hacer nada, era consciente de que no podía dar más de lo que ya se había esforzado en dar.

El rio seguía, seguía, seguía, seguía pero todo seguía igual.

Tanto tiempo continuo con ese trajín, que de ser una meta paso a ser una costumbre y el rio de a pocos fue desistiendo, se acostumbro en ver a la pradera a medias y así era feliz.

Llego el día en que la pradera se molesto mucho por la presencia del rio, la pradera quería ser como antes, reseca, además le incomodaba que el rio ya no hiciera nada por ella y todavía más si las demás praderas aledañas eran muy verdosas y llenas de vida.

Así que la pradera desde la profundidad de sus tierras hizo un berrinche que originó un derrumbe de tierra y rocas, y trunco el paso del rio. El caudal que el rio se había esforzado en crear se había mutilado por toda la cantidad de tierra que el derrumbe de la pradera había originado.

El rio no sabía qué hacer. Intento pasar por todo el cerro de tierra y piedras derrumbada pero no lograba formar o recuperar su caudal.

Miro atrás y vio su viejo caudal seco, sin vida. Le dio vergüenza regresar a él y decidió formar otro caudal cerca del caudal olvidado con el único fin de darle vida siquiera con vegetación.

Le costó formar este nuevo caudal, a veces se desbordaba y llegaba a la pradera reseca pero no había respuesta. Los cielos, las lluvias, la neblina le hacían recordar que todo pasaba y que la pradera esa no merecía ninguna consideración, pero el rio obstinado seguía desbordándose.

Un buen día el rio se dio cuenta de que dominaba todo, de él salía vida, alegría. En su diario andar era el causante de toda la vegetación cercana. Fue cuando se dijo:

“Yo curo hasta lo más enfermo, alegro hasta lo más triste, doy vida hasta al más muerto… tengo el poder de hacer y deshacer todo lo que quiera”.

Desde ese entonces el rio comenzó a decidir a quienes regar más, a quienes ayudar, a quienes dejar agonizar y a quienes, así de simple, acabar o utilizar para su bienestar.

                                                                                                             
                                                                                                Fin.




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